Época: cultura micénica
Inicio: Año 1600 A. C.
Fin: Año 1100 D.C.

Antecedente:
La cultura micénica

(C) Jacobo Storch de Gracia



Comentario

Uno de los aspectos más llamativos y sorprendentes del arte cretomicénico es la ausencia de escultura monumental, en la que lo mismo egipcios que mesopotámicos rayaron a tan gran altura. Indudablemente, minoicos y micénicos debieron conocer esa escultura en sus contactos comerciales con Oriente. Sin embargo, con las escasas excepciones de las estelas de los círculos de tumbas de Micenas y del gran relieve de la Puerta de los Leones, parece que los micénicos se conformaron con las miniaturas grabadas en los sellos y los objetos pequeños esculpidos, de piedra y marfil y modelados en barro, y al igual que los minoicos, renunciaron a la escultura monumental de tres dimensiones.
De las 17 estelas funerarias que halló Schliemann sobre el Círculo A, señalando las tumbas reales, once de ellas ofrecen una cara decorada en relieve e inauguran la estatuaria micénica. Son representaciones de actividades típicamente aqueas (captura de un toro salvaje, cacería de dos leones que atacan a un toro, luchas entre infantes y hombres subidos en un ligero carro de guerra) en un estilo claramente emparentado con el arte minoico. En un espacio de aproximadamente un metro cuadrado (la mayor de las estelas mide 1,86 x 1,03 m) estos cuadros de género están delimitados por bandas ornamentales, con las consabidas espirales enlazadas y series de ondas. El relieve es parco en detalles y parece un trasunto de trabajos sobre telas o madera, pero su estilo es vigoroso: predomina el movimiento, de animales en pleno galope volandero y figuras humanas inclinadas, sorprendidas en plena acción guerrera cuando no cinegética.

Con el aislado ejemplo de la cabeza femenina de caliza estucada y pintada, hallada en las cercanías del mégaron de Micenas y correspondiente al siglo XIV, la escultura monumental está representada únicamente por el altorrelieve de la Puerta de los Leones (en realidad unas leonas), considerado como el primer ejemplo de gran relieve del arte occidental. Estas dos fieras están dispuestas a ambos lados de una columna apoyada sobre unas banquetas, siguiendo un modelo muy difundido en objetos de arte menor, sobre todo en la glíptica. La anatomía de los felinos está someramente modelada, prescindiendo de los detalles. Ello acentúa su poder y fiereza, efecto intencionado de una composición heráldica que exalta la majestad de la Gran Madre, simbolizada por la columna, como señora de los animales y protectora de la acrópolis y de la Casa de los Atridas.

El resto de la escultura micénica es de dimensiones reducidas; básicamente en marfil o terracota, tanto en forma de relieves como de figuras de bulto redondo. Los temas son muy diversos y van desde figuras aisladas, con predominio de ídolos y animales, hasta escenas de divinidades, luchas de guerreros con grifos y cacerías.

En las numerosas piezas de marfil se puede apreciar la influencia artística de Oriente, Siria sobre todo, de donde proviene este material. Ello es bien observable en una de las más conocidas piezas, la laca de marfil procedente de Ugarit (Ras Shamra), una tapadera de píxide en la que la diosa aparece sentada sobre el mismo tipo de banqueta que hay bajo la columna de la Puerta de los Leones. La diosa viste el típico vestido minoico de faralaes, con el pecho desnudo, y sostiene unos manojos de espigas que mordisquean unas cabras montesas a sus lados. Luce un tocado de forma puntiaguda, del que cuelgan unas plumas, similar a los que tienen muchas mujeres pintadas en los frescos de los palacios de Micenas y de Pilos. El tema micénico está expuesto en un lenguaje estilístico típicamente sirio, como sucede en el grupo de píxides y mangos de espejo hallados en Enkomi (Chipre), en directa relación con motivos pintados en la cerámica heládico-levantina o de estilo pictórico.

Estas características se pueden ver en otros relieves de marfil (placas de muebles y píxides, sobre todo) que aparecen, aquí y allá, en Grecia continental: Micenas, ágora de Atenas, Esparta (Atica), etc. De la acrópolis de Micenas destaca también un famoso grupo de marfil, probable representación de una tríada divina ya propiamente micénica, con claras reminiscencias de las diosas de la fecundidad. Dos diosas con vestidos minoicos y un niño que juguetea entre ellas, han sido consideradas como Deméter, Koré y Triptólemo, divinidades vinculadas a la fertilidad de los campos y, en especial, al trigo y otros cereales. Otras piezas son típicamente micénicas, como la serie de cabecitas de guerreros tocados con un casco bien conocido, hecho de cuero y guarnecido con colmillos de jabalí dispuestos en bandas paralelas.

De terracota pintada con colores oscuros sobre fondo claro, es ingente la cantidad de ídolos encontrados en tumbas y santuarios. Son muy corrientes y responden a un esquema común: formas denominadas según su parecido a algunas letras del alfabeto griego (ídolos en psi, en fi ó en tau), en función de la disposición de sus brazos, convertidos en simples muñones, El resto del cuerpo está levemente esbozado: un gran cilindro de base ensanchada y provisto de senos como único detalle anatómico resaltado. La cabeza parece la de un pájaro, con una abultada nariz y enormes ojos pintados. Suelen tocarse de un polos o birrete y alguna lleva un niño en brazos (Kourótrophos). Con estas mismas características de abstracción y cierto encanto en el modelado, son muy abundantes los animales (asnos, pájaros y, como siempre, con el predominio de los toros), o algunos modelos de carros tirados por caballos, uno de los temas recurrentes en el arte griego primitivo, empleado como manifestación del poder de los príncipes micénicos y sus allegados.